Tenía nueve
años, mi padre era un hombre que no sabía leer, ni escribir; tenía mucho interés
que yo supiera para poder estar orgulloso. Cuando empecé a saber leer, mi padre
le contó a su dueño que su hijo ya sabe leer; entonces el dueño le dijo: Tráeme
al niño que lo vea. Mi padre me cogió de
la mano y orgulloso de sí mismo, me llevó al examen. Tal fue mi asombro cuando
el dueño me preguntó: Vamos a ver ¿qué dice la p con la m? Yo me quedé parado y
no pude contestar y le dijo: Tu hijo no sabe nada. Mi padre me pegó.
Al día
siguiente indagué el caso y pregunté, me dijeron que las consonantes juntas no
decía nada y le dije a mi padre que me llevara otra vez al dueño, me llevó y le
dije que no decía nada, entonces le dijo a mi padre: Es verdad que sabe leer, este
señor era Don Federico Montero, cosas de la vida.
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