Hice muchas
cosas en la vida, unas buenas otras malas y otras regulares; pero una de las
peores que hice fue marcharme de la tierra que más quería, aún estoy convencido
de que no fue culpa mía. Hoy no me hubiera marchado, a nadie le deseo lo que
pasa un emigrante. Llegas a una tierra que no conoces la lengua, las costumbres
y la cultura; en fin, eso queda para el que lo pasa.
Poco a poco
fui haciéndome a aquello que trabajo me costó, todo esto se lo debo a los
caciques de mi pueblo que por no dar no daban ni trabajo; me consolaba cada
momento de mi tierra, de sus costumbres, de sus gentes, de todas las cosas
hermosas que allí había que no son pocas.
Los años lo
curan todo y al fin me hice a convivir con ellos, crié mis hijos, los situé en
la vida y estoy contento; pero no por eso dejo de acordarme de mi tierra donde
nací y ahora que tengo tiempo vengo cada vez que puedo para así recordar algo
de mi vida que ya quedó lejos pero que no se olvida
Es tan bonito mi pueblo
que no lo puedo olvidar
donde yo jugué de niño
donde no podré jugar
ni sentir las gaviotas
en la orilla del mar
ni el ruido de las olas
cuando te vas a acostar
Como un barco sin rumbo
navegando en alta mar
Dios decide tu destino
y te hace en un puerto atracar
eso no tiene importancia
lo bueno es que hay que llegar.
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